La prevalencia del nódulo de tiroides es variable dependiendo de la población que se estudie y el método empleado para su diagnóstico.
La frecuencia por palpación puede ser del 7 %, y por ultrasonido (US) hasta del 70 %.
La mayoría son asintomáticos, y su prevalencia se asocia con el déficit de yodo, la radiación ionizante y el incremento de la edad, entre otros factores.
En la actualidad se ha convertido en un problema de salud, y los dos objetivos del diagnóstico son tratar de identificar si es una lesión funcionante y su naturaleza (benigna o maligna).
En el diagnóstico inicial será de gran ayuda una adecuada historia clínica para precisar la existencia de factores de riesgo.
Asociados al cáncer de tiroides y las características del examen completo del cuello.
Con los datos clínicos identificados, se le realizará al paciente posteriormente, una determinación sérica de tirotropina (TSH).
Un US de cuello y se definirá si existe criterio de indicación de citología con aguja fina.
La evaluación se realizará en las lesiones mayores de 1 cm, y en el caso de las que tengan dimensiones menores.
Solo si existen factores de riesgo de malignidad clínicos y/o imagenológicos.
Desde la primera consulta, es importante identificar en el paciente, a través de un interrogatorio exhaustivo.
Los factores clínicos de riesgo de malignidad del nódulo diagnosticado.
Factores que sugieren riesgo de malignidad en un nódulo:2
– Historia de radioterapia cervical en la infancia.
– Historia familiar de cáncer de tiroides.
– Antecedentes personales o familiares de neoplasia endocrina múltiple tipo 2, carcinoma medular del tiroides.
Enfermedad de Cowden, síndrome de Gardner y otros síndromes familiares que se asocian al carcinoma de tiroides.
– Sexo masculino.
– Edades extremas (menor de 20 y mayor de 70 años).
– Nódulo adherido a estructuras vecinas.
– Presencia de ganglios cervicales ipsilaterales.
– Síntomas de compresión (disfonía, disfagia, disnea).
– Historia familiar de enfermedad autoinmune.
– Historia familiar de enfermedad benigna del tiroides.
– Presencia de disfunción hormonal.
– Dolor relacionado con el nódulo.
– Nódulo blando y movible.
La primera evaluación diagnóstica bioquímica de un nódulo de tiroides es la TSH.
Y recientes estudios sugieren que un valor elevado de TSH puede ser un predictor de malignidad en un nódulo de tiroides:
– Si la TSH es normal, no será necesario otro estudio hormonal tiroideo, a menos que exista sospecha de una enfermedad autoinmune del tiroides.
– La TSH es elevada, se realizará la determinación de tiroxina (T4) y anticuerpo antitiroperoxidasa (anti TPO).
-Ahora si la TSH es baja, se realizará triyodotironina (T3) y T4 para confirmar el posible hipertiroidismo.
– Calcitonina: está reconocida como un marcador de enfermedad de células C, y sus niveles estarán elevados en un carcinoma medular.
– Anticuerpos anti tiroideos: son útiles en el diagnóstico de enfermedad autoinmune del tiroides.
Pero no en el diagnóstico diferencial de la malignidad de la lesión.
– Tiroglobulina sérica: no tiene utilidad en la evaluación diagnóstica de un nódulo de tiroides.
Se correlaciona fundamentalmente con el tamaño del bocio.
– Marcadores inmunohistológicos (galectina 3, fibronectin 1 y citoqueratina 9, entre otros):
Se han empleado en las lesiones indeterminadas del tiroides para el diagnóstico diferencial entre adenoma.
Hiperplasia folicular, carcinoma folicular y la variante folicular de un carcinoma papilar.
Pero no han mostrado suficiente sensibilidad y especificidad como para sustituir al diagnóstico morfológico de estas lesiones.
– Pruebas moleculares de mutaciones comunes somáticas (BRAF, RET/PTC, RAS, PAX 8/PPARg):
Parecen ser promisorios en el diagnóstico diferencial de la lesión nodular de tiroides.
Porque se conoce que pueden aparecer en el 42 % de los carcinomas papilares y en el 65 % de los foliculares.
Y pueden determinarse a partir del estudio citológico.
Artículo escrito por la Dra. Claudia Trujillo
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